Laberinto




Es complicado determinar cuando comienzan a representarse dibujos y grabados de laberintos o cual fue la primera civilización en utilizarlos. Las primeras representaciones conocidas datan de finales del Neolíticos y principios de la Edad del Bronce (aproximadamente en el II milenio a.C.).

Plinio, en su Historia Natural  hace mención de cuatro laberintos, de alguno de los cuales da una descripción detallada mientras que las menciones de otros contienen referencias casi mitológicas, lo cual indica que en su época el tema de los laberintos era ya algo extendido. Aquí intentaré seguir un orden cronológico para mayor claridad y en otra sección entraré en la cuestión de las tipologías.


El Laberinto Clásico


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Se denomina, por norma general, Laberinto Clásico a aquel de siete caminos concéntricos. Sin embargo hay que hacer mención a que muchos de los laberintos que se trazaron en la edad del bronce no responden a esta tipología y sí más a la que se denomina por lo general como "báltica" (ver tipos de laberintos). Estos laberintos de la edad del bronce pueden encontrarse por la europa conocida, desde Galicia hasta los territorios más al norte del continente.


No se puede mencionar el estilo clásico sin hacer mención al laberinto por excelencia. El Laerinto del Minotauro

La verdad es que sobre el mito del Minotauro y el laberinto del mismo no existen referencias de la época cretense sino que son posteriores, e incluso las monedas con el laberinto cretense tipo (vease foto arriba a la izquierda) son de época Helenística.

Las teorías históricas suelen coincidir en que este mito fue creado por los griegos (probablemente atenienses) para mostrar la crueldad cretense, y en lugar de utilizar el argumento del canibalismo (argumento muy usado en la antigüedad para difamar por barbarie a los enemigos) se utilizó este mito entre otras cosas. 

Algunos historiadores afirman que lo que se tomó como base para el laberinto del mito (recordemos, una estructura de muchos caminos que se entrecruzan) es el propio palacio de Knossos, el cual por sus terrazas y patios tenía una estructura bastante compleja.

Las representaciones de laberintos de esta época corresponden a laberintos unicursales (ver tipos de laberintos), siendo el más común el considerado "clásico" de siete caminos concéntricos. Pese a las distintas variantes en las formas, todas estas representaciones encontradas en vasijas, grabados, monedas o dibujos partes de la misma "semilla de trazado".

Encima de este párrafo podemos ver cinco fotografías. Las de la fila superior (un dibujo antiguo y dos monedas) ilustran claramente el laberinto de "estilo cretense". En la fila inferior, al lado de la vasija, se puede ver un laberinto grabado en roca en Mogor (Galicia).


El Laberinto Romano


Laberinto romano
La expansión de la cultura romana lleva consigo la expansión del símbolo y el mito del laberinto. El mito del minotauro es tremendamente popular y su representación o, mucho más común, la representación de Teseo dándole muerte se encuentra en el centro de casi todos los laberintos de esta época.


Los diseños hasta entonces habían sido muy sencillos de trazar y por lo tanto no había hecho falta ningún tipo de registro escrito sobre como trazarlos, sin embargo en esta época los trazados se hacen -si bien manteniéndose unicursales- mucho más complejos haciendo necesario llevar registros por escrito de como se construyen. El diseño más común es el de cuatro sectores "simétricos".

Salvo excepciones las representaciones de laberintos no están pensadas para ser recorridas a pie, sino que son para seguirse visualmente tomando funciones decorativas en algunos lugares y de protección en otros. Los laberintos se colocan con funciones protectoras en mosaicos en los suelos de las entradas de las casas y en las de muchos edificios públicos y privados. Esto puede dar la impresión de se usan únicamente como elementos decorativos, pero también se encuentran laberintos en las tumbas destinados a "confundir" a aquellos (tanto de este mundo como del otro) que quisieran turbar a quien allí yacía.

Debajo podemos ver en pasos la creación de un laberinto de tipo romano bastante simple. En el dibujo no se muestran las paredes del laberinto, sino el camino que va por entre ellas

La Cristianización del Símbolo


Entre esta tipología de laberinto y el laberinto medieval que llegará siglos más tarde hay un paso intermedio en el que se cristianiza el símbolo y la temática. 
Se mantiene la tipología romana, pero se cristianizan los motivos centrales sustituyendo las imágenes del minotauro o su lucha con Teseo por motivos religiosos. Uno de los primeros ejemplos es el laberinto que se encuentra en la basílica de San Reparatus en Argelia (324 d.C. aprox.) donde el motivo central es sustituido por una serie de letras en las que puede leerse "Santa Eclesia"
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Por lo general se fija el diseño en cuatro sectores que se había iniciado en el Imperio Romano ya que potencia la idea de la existencia de una cruz central en el diseño. También se realiza una reinterpretación de la presencia de una bestia en el centro del laberinto, haciendo que esta sea la representación de una fuerza demoníaca. Todos estos cambios relativos al diseño y a la interpretación del mismo llevan a la asimilación definitiva por el cristianismo de lo que hasta el momento había sido un símbolo pagano tanto artística como cultural y espiritualmente.

En el S. XII nos encontramos el laberinto como símbolo completamente aceptado en los edificios religiosos. Ya popularizado encontramos laberintos en el suelo que están diseñados para ser recorridos a pie. De estos laberintos construidos con la finalidad de ser recorridos a pie quizás el más conocido sea el de la Catedral de Chartres.


Muchos de estos laberintos eran no solo representaciones simbólicas de una forma de pensamiento (tengamos en cuenta que la arquitectura y contenidos de muchas catedrales tienen una simbología muy compleja), sinó que también podían ser sustitutos para determinadas peregrinaciones que -debido al estado en que se encontraba la situación de las Cruzadas en ese momento- se habían hecho prácticamente imposibles.

El laberinto pasa a ser, así, símbolo del complicado camino que el buen cristiano debe realizar hacia la Redención, tanto por las idas y venidas en su camino hacia el centro del laberinto (las complicaciones de la vida) como por el inevitable destino si realizas tu camino.


La Expansión
 

A partir de este momento, se popularizan los laberintos en ámbitos más "civiles" en la forma más conocida de los laberintos que es la no-unicursal, es decir, con una sola entrada pero múltiples caminos interiores que pueden llevar al centro, a un callejón sin salida o a otro camino que tampoco es el correcto. 
En el norte de Europa los laberintos conocen su mayor auge en los siglos XVI y XVII, siendo en su gran mayoría construidos en piedra, siguiendo una tradición cultural que venía desde la edad del bronce y la herencia "pagana" del laberinto que se había mantenido viva en distintas manifestaciones populares (tales como juegos infantiles en fiestas, por ejemplo).

Los laberintos en jardines comienzan a generalizarse a finales del medievo, teniendo ya en 1450 constancia documental de que no son unicursales. Estos laberintos han perdido su componente místico filosófico para tener un componente decorativo, lúdico y en algunos casos erótico (no tanto por las formas de los laberintos sino por el aprovechamiento de la intimidad que la complicación de llegar al centro ofrecía a los "usuarios conocedores del mismo").

Los métodos para la construcción de laberintos ya no es algo que se pueda registrar brevemente en unas anotaciones y comienzan a publicarse tratados al respecto (ej: Libri cinque d'archittetura de Sebastiano Serlo en 1537 y el The Gardener's Labyrinth de Thomas Hyll en 1560).
Muchos de estos laberintos en jardines ya no existen (cuestión lógica si pensamos que un laberinto de setos que deja de cuidarse tiende a desdibujarse y fundirse con el entorno), pero sí quedan profusas representaciones gráficas de los mismos.

Se da un nuevo auge a los laberintos de setos en los siglos XVII y XVIII, y por la influencia del colonialismo se extienden a otros continentes, en algunos de los cuales habían existido en épocas pasadas tradiciones autóctonas de laberintos.

Del Auge a la Actualidad


A partir de la época colonial se reduce el interés popular por los laberintos, y el número de laberintos de jardín -y de cualquier otro tipo de laberinto- es cada vez menor (al mismo tiempo que se descuidan muchos de los existentes), hasta que ya bien avanzado el siglo XX hay un resurgir tanto en el denominado turismo de laberintos (que hace se creen nuevos laberintos y se mejore el estado de los antiguos y en ocasiones se reconstruyan), como por estética, oportunidad (como es el caso de muchos laberintos en plantaciones de maíz, cuyos dueños aprovechan para obtener una fuente adicional de ingresos durante una época del año), como por un resurgir en la búsqueda de la espiritualidad del símbolo del laberinto.

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